«¡Mark! ¡Mark! ¡Contesta! ¡Sé que estás ahí, hijo! ¡Sé que estás ahí dentro!»
Es mi madre. Hace bastante que no he visto a mamá. Estoy aquí tumbado a sólo unos pasos de la puerta, que da a un estrecho pasillo que lleva a otra puerta. Tras esa puerta está ella.
«¡Mark! ¡Por favor, hijo, por favor! ¡Abre la puerta! ¡Soy tu madre, Mark! ¡Abre la puerta!»
Suena como si mamá estuviera llorando. Quiero a mi madre, la quiero demasiado, pero de una forma que me resulta difícil definir, de una forma que hace difícil, casi imposible, decírselo de verdad alguna vez. Pero con todo la quiero. Tanto que no quiero que tenga un hijo como yo. Ojalá pudiera encontrarle un sustituto. Me gustaría porque no creo que cambiar sea una de mis opciones.
No puedo ir hasta la puerta. Imposible. En vez de eso, decido prepararme otro chute. Mis centros neurálgicos dicen que ya es la hora.
Ya.
Cristo, la vida no se hace más fácil.
Este caballo tiene demasiada mierda. Se nota por la forma que tiene de no disolverse apropiadamente. ¡Me cago en ese cabrón de Seeker!
Tendré que hacerles una visita a la vieja y al viejo en algún momento; ver cómo andan. Haré de esa visita una prioridad; después, claro está, de que haya ido a ver a ese cabrón de Seeker.
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